miércoles, 24 de febrero de 2016

Querido papá

No sabes cuánto trabajo me ha costado escribirte estas líneas pero después del último juego... Creo que he llegado al límite. 

Me preocupa mucho que la derrota no la sentí como mía y hace quince días la victoria tampoco. Me siento triste cuando me regañas después del partido. Me dices que no he jugado con intensidad, que así no seré nunca un jugador de Primera División, que fallo en los pases porque me falta concentración. Y mi madre te apoya. Dice que juego como si no me importara ganar. También me echan en cara que se gasten dinero en mí y que me dedican muchas horas llevándome y recogiéndome del fútbol. A mí me gusta jugar al fútbol, me gusta aprender cosas nuevas, dar un pase de gol, estar con amigos, ganar, pero tampoco me importa mucho perder, porque eso es lo que nos dice el míster. Pero últimamente ya no disfruto, vengo a jugar los fines de semana nervioso, pensando que si no le gusto a mi padre, lo oiré gritar desde la banda, me dirá que me mueva, que espabile, oiré los gritos en criticas al entrenador que gracias a él es que yo estoy allí para orgullo tuyo dentro de los 11 y no sentado en la banca en duda de si soy lo suficiente o que si este realmente es mi deporte; y a veces me siento tan nervioso que no sé ni por dónde va el balón.Si vale la pena seguir viniendo cuando ya no disfruto. Pero si decido no jugar más, también les voy a decepcionar.

Creo que esto se debe a que no soy yo en la cancha, sino un instrumento que ejecuta los actos y movimientos que tú y los otros señores quieren que hagamos, no sé por qué están por la bandas, incluso junto al marco y no hago más que tocar la pelota y cae sobre mí una cantidad de gritos como “pásala”, “córrele” ¡baja, sube! “córrele al costado”, ¡a gol! Y lo que a continuación hago es todo y naturalmente mal. Así y en cada una de las jugadas, sin encontrar en todo el partido que haya jugado yo mismo.

El otro día que veíamos el futbol por la televisión te enojaste mucho porque un profesional se hizo expulsar por reclamar al árbitro, lo llamaste “bandido” y sin embargo tu reclamas al igual que los otros señores todas las decisiones de nuestros árbitros, e incluso insultarlos.

Tan confundido estoy, que ahora yo reclamo y no sé si es parte del juego o no.Me angustia saber que me puedo quedar en la banca por repetir el vicio que veo en todos los jugadores, incluyendo a los profesionales, pero sobre todo a ti padre.

Papá: ¿por qué no podríamos intentar juntos una nueva forma de conducirlos en los partidos?, tú orientando a los demás para que nos apoyen exclusivamente con gritos de aliento al equipo, al entrenador y yo; aprendiendo a valorarme por sí mismo y a formarme como hombre.

Yo sé que tú sabes de futbol y podrías enseñarme tus secretos dándome consejos antes y después de los encuentros y señalándome los errores y tratar de corregirlos. Pero solo quiero que me preguntes como me sentí hoy, que pasó por mi mente al tener el balón en mis pies, preguntando por mi próximo entreno no quiero oír que por una derrota hay veinte mil escuelas más por que las hay, pero yo ya hago parte de un equipo de una familia, soy una base. Tengo un líder que es mi entrenador y de él aprendo en cada aspecto porque el si esta para mí en el futbol desde que llego hasta que me voy de la cancha y tú a veces no estas para mí ni siquiera en casa, así que entiende...¡TU ERES MI PADRE, NO MI ENTRENADOR!.

Todo esto para que al momento de jugar yo me sienta responsable de nuestras victorias y me importen mucho las derrotas, aprendiendo a valorar mis cualidades y reconocer mis limitaciones.

Por favor no me quites creatividad, te aseguro que soy capaz de resolver cualquier situación que mis adversarios presenten, de ninguna manera quiero que esta carta nos aleje, al contrario. Te quiero en la tribuna, diciendo a los míos.... vamos, “no le hace”, “fibra Muchacho”,”ese es mi hijo”, “a la bio a la bao a la bim bom ba” y terminando quiero compartir mis victorias y tu consuelo en las derrotas, no es mucho pedir papá, sólo déjame ser yo mismo en el terreno de juego.



-Tu hijo el número “10” en la espalda



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